
Después de ver Nosferatu de Eggers en cines, pudimos espectar a gran escala la relación profundamente pasional de un Conde Orlok, ente no muerto y quien iría hasta el fin del mundo y a través de cualquier océano por culminar un deseo primitivo que envolvió a su presa instintivamente hacia él.
El erotismo puro hinchando cada poro de aquellos que se sintieron envueltos también hacia aquél que se nombró a sí mismo nada más que “Un Apetito” se manifestó a través de una historia contada nuevamente
¿Qué es lo que se oculta detrás de la mordida de Nosferatu?… La rendición total ante un ente desconocido, que aún entre las sombras y la obscuridad, en el anonimato total y la incertidumbre, el ansia y el temor, sucedió. Y que sucedió con tanta fuerza porque nos reubicó en un escenario que hemos encarnado fuera de libros, películas y fantasías, escenarios que nacen del erotismo, el deseo, el hambre del mundo que conocemos, entre unos y otros.
El Erotismo y el deseo se ocultan más allá de lo que nuestra piel conoce, más allá de lo que nuestros ojos han visto y lo que nuestros oídos han escuchado… pero que permanece dormido, en espera de ser despertado y sacudido, succionado casi como el corazón de Ellen.
Nosferatu regresó a propagar como plaga, un mensaje claro: Sucumbe ante el apetito. En una realidad llena de placer instantáneo y hueco, encuentra el erotismo en los deseos profundos de la fantasía, transforma la realidad monótona en una historia pasional de vampirismo a pesar del temor, la ansiedad y la enfermedad del mundo nuevo.